Una Rosa
Las visitas no tenían sentido porque su madre no lo reconocía. Ella permanecía sentada en silencio y él se quedaba sin saber qué hacer en una sala rodeado de ancianos que parecían espectros. El aerosol con el cual rociaban cada rincón de la residencia le producía tal malestar que regresaba a su casa sin ganas de comer, con el olor ácido impregnado en la ropa y en sus fosas nasales. Ahora lo invitaban a té para celebrar el día de la madre. No quería ni imaginar lo que…